Hace unos días encontré unas zapatillas en mi closet, las cuales estaban botadas, olvidadas, en desuso -realmente estaban en su respectiva caja- pero por su desgaste natural las dejé de usar. Las saqué de su fúnebre estado; llenas de polvo y sin pasadores. Me acordé lo bonitas que eran y pues aún se les podía dar un poco más de uso. Aunque sea en casa. Las lavé con empeño, nuevamente a mano, recordando los lugares por donde había ido, recogiendo los pasos perdidos.
Recordé que no tenían pasadores -ya que siempre boto los pasadores, menos las zapatillas-. Así que me fui a conseguir unas ajustables. Caminé y caminé buscando los que seguramente llegarían a ser los nuevos compañeros accesorios de mis zapatillas. Hasta que encontré varios modelos. Todos de distintos colores, materiales, longitudes y precios. Pero elegí un modelo, que aunque no me convencían del todo, eran los mejores del exhibidor.
Me fui con mi nueva adquisición-como todo un triunfador de guerra- caminando por las avenidas inhabitadas, con poca gente, todas cargando bolsas, llevando o jalando niños, caminando rápido y sin ver nada más que su meta.
Un auto estacionado en medio de mi camino, la vereda, me impedía caminar y como no me gusta desviarme-tomar otra ruta- o que un carro mal estacionado impida continuar mi travesía. No caminé por la pista. Fui por detrás del vehículo zigzagueandolo. Una pequeño "jardín" muerto, duro, seco y gris estaba en mi serpenteante ruta momentánea. Muerto por la encases o la inexistencia de vida sobre ella, con excepción de las hormigas, todas en fila llevando lo que sería su festín de medio día. Pisé el jardín o lo que quedaba de este. Y escucho una voz fuerte que me dice: "¡no pises el jardín!". ¿Qué rayos fue eso?, exclamé. Iba a voltear y enfrentar la voz estruendosa y quejumbrosa de la señora-persona que creí tu madre- quien me lanzó tremendo improperio.
Iba a decirle:
- No es un jardín, no lleva vida orgánica plantada. A menos que se preocupe del festín que llevan las hormigas sobre sus pequeños cuerpos. Y si se preocupa de ellas, debería hacer lo mismo con los insectos de su casa. No vaya a ser que estos despechados atenten contra su vida.
- Ahora pudo haber sido jardín, en tiempos donde la familia dueña de este se preocupaba, y seguramente lo descuidaron con la llegada de este auto dejandolo secarse y volverse gris.
- Si tuviera césped encima no lo pisaría ni loco, pero como no vi que tuviera vida existente solo hormigas llevando su festín -nuevamente- lo pisé. Además que el auto impedía que usé la acera -que obviamente es para los peatones- y ud tambien puede usar.
- Le recomiendo comprarse un diccionario-en estas épocas escolares estan de oferta- para que sepa distinguir entre jardín y ese pequeño terreno sin vida, gris, seco y duro.
Y todo esto pensaba decirle, pero como ya mencioné -arriba- creí que la mujer que me gritó -sin motivo- fuera tu madre, entonces preferí no echar más leña al fuego. Sé que me odia, y que cada vez que me ve le brota bilis por los ojos. Se irrita. Se enfurece. Se avinagra.
Entonces seguí caminando. Con la única idea en mente de saber que soy un cobarde o relativamente un buen amigo. Que no quiere tener más problemas con la madre de una amiga -te considero así-. Seguí caminando. Pensando, confabulando, tramando, ejerciendo este plan maquiavélico y sátiro de escribir esto en mi blog que seguramente lo leerás -cuando te pase el link-. Y me acusaras -nuevamente- de villano, malo, mal amigo, tonto, vulgar, grosero y cualquier otro adjetivo que me pueda ganar con merito o sin el.
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